jueves, 1 de enero de 2009

Francia: El primer bostezo

Acabábamos de bajar del avión. Teníamos nuestras valijas en un carrito metálico. El hombre se llevó una mano a la frente. Se le veía todo el sudor de su cuerpo. Su mano era un reflejo de sí mismo: demasiada agua para tan poca carne. Apenas una mano. Se llevó la mano a la frente y comenzó a hablar.

-Quizás me veas. Si algún día me ves en un avión. Sólo te lo digo. Si volvés a verme. No importa cómo. Subido a una turbina o sentado al lado del baño. Por favor, te digo. Me saludás. Me venís a buscar y me saludás. Me gusta que lo hagan. La gente parece más importante si la saludan. Así que hacelo. Te acordás. Si me ves. Sólo si me ves. Y que sea en un aeropuerto.

Se dio vuelta y comenzó a caminar. Su caminata era un terremoto. Se movía de acá para allá y movía mucho los brazos. Quizás intentando que lo vieran. Quizás intentara poder resaltar. Que algún conocido lo viese y lo saludase. Pero no pasó. Caminó como un terremoto y agitó mucho los brazos. Movió la cabeza de un lado al otro, miró para todos lados. Pero nadie lo saludó. Ni siquiera algún pobre tipo vestido de payaso.

Todavía tenía la valija en un carrito, justo al lado de mis pies. Tenía los dos pies juntos y las manos en los bolsillos. Tenía una cara tensa y una lluvia eléctrica mordiéndome las orejas, la espalda, los hombros. El idioma me era extraño, el acento me parecía ridículo, las caras. Eran cara de gente feliz. Recordaba su cara. Me repetía su nombre. Antonella. Antonella. Pero veía los besos en la mejilla. Los besos en la boca. La electricidad me mordía todo el cuerpo. Mis ojos eran dos manchones abstractos. No podían ver nada. Avancé con el carrito hacia la salida. ¿Qué más podía hacer?

Todo el aeropuerto era luminoso, parecía el interior de una heladera abierta. Mis pasos eran rápidos. Trataban de encontrar un destino. O al menos una pista. Un guardia me cruzó una mirada. Levantó un brazo y me dijo unas palabras en francés. Parecían ser unas palabras amables. Me volvió a mirar y me lanzó la sonrisa más alegre que jamás hubiese visto. Seguí caminando y no lo vi más. Y me sentí tal como debe sentirse una cama cuando está vacía.

Tenía la libertad y tenía una valija. Todo un país por recorrer. Pero buscaba a una sola persona. Una mujer. Una mujer que valía realmente la pena. Que valía todo un viaje solitario y desesperado. Sabía que el mundo iba a saludarme. Caminé unos pasos, dejé la valija en el suelo. El sol era opaco, las nubes demasiado blancas. Estiré los brazos y bostecé. Era mi primer bostezo. El primer bostezo de toda Francia.

Y me acordé del tipo del avión. El hombre de mano gruesa y frente minada de sudor. Ese tipo con voz delicada y rasgos imprecisos. Me acordé de su recomendación. El Hotel Plateau, uno rosado, con paredes espejadas, con pileta al fondo. Pensé en su entonación: su sonrisa canchera, su mirada segura (tan segura como correr una Ferrari en una calle angosta). Sabía que lo mío iba a ser mucho peor. Sabía que no iba a poder darme lujos. Que estaba atornillado a mi poco dinero.
Pero me acordé de sus últimas palabras. Y antes de seguir caminando sonreí. Era una sonrisa grande y abierta. Después iba a buscar trabajo. Después iba a buscar alojamiento. Ahora sólo tenía una sonrisa y una mirada cansada.

Claro que sí. Si me lo cruzaba en un aeropuerto, lo pensaba saludar. Lo pensaba saludar con una gran sonrisa.

7 comentarios:

Blanca Miosi dijo...

Hola Gowe, cada vez que leo un cuento tuyo siento que camino sobre arenas movedizas. Por momentos pareciera que leo a fantasmas que vagan de un lado a otro como terremotos por los aeropuertos. De inmediato se aparece la figura de un joven delgado, cansado, sin mucho dinero celebrando su primer bostezo en París, y Antonella, siempre Antonella... sólo espero que la encuentre. Y que cuando lo haga, ella pueda verlo, así como él prometió al hombre de la mano de agua del avión.

Besos,
Blanca

Ernesto dijo...

contesta los mensajes del facebook, fantasma.

uno se esmera en ser moderno, pero para que nos juntemos a comer tendria que haber mandado directamente un mensaje de texto, no?

y para de escribir un poco... eso no puede hacerle bien a nadie.

Vera Fog dijo...

Semana santa: Sanber

El mito se hace realidad.

Sin más,

Sta. Piña.

Vera Fog dijo...

Respecto de eso de construir las vacaciones sobre el humo... estoy convencida de que tenemos los recursos necesarios como para lograrlo... uy, ya estoy hablando como política :P

Aldo Bombardiere Castro dijo...

Qué carajo sucede en tu vida que has dejado internet de lado!? Nunca es bueno arrepentirse de los errores. La vida es una porquería; la modernidad es una porquería; los que escribimos somos una porquería, además de inútiles, claro; la literatura no es una porquería, a pesar de ser más inútil que los escritores...

En fin, qué puedo pensar! O ya te tiraste a la línea del subte o bien te fuiste a un monasterio. De ser cierta la primera conjetura, nos vemos en el infierno. De ser cirta la segunda, lo más probable es que también nos veamos en el infierno.

Un abrazo, amigo!

Cristian Douce dijo...

Te mando un saludo!
Espero que sigas como siempre!
Abrazo!

Cristian Douce.

axolote dijo...

desde mi amateurismo total, figuras muy ricas, historia incompleta. no lei lo anterior tampoco.