lunes, 1 de diciembre de 2008

Un viaje anunciado

No hubo charcos de sangre, ni cabezas con agujeros del tamaño de un punzón, ni insultos desaforados. No hubo desafíos del estilo “Tu vida no vale un peso” o “Mejor sería tirarte a la basura”. No hubo miradas acuciantes, ni tampoco vasos llenos de lágrimas. No hubo nada de eso. Las cosas fueron mucho peores.

(Y ahora sí, disculpen el uso del presente, pero vale la pena.) Es un segundo piso sobre la Avenida Santa Fe. Hay un portero que sabe chiflar cuando mira una mujer muy agraciada, y también sabe chiflar cuando mira mujeres cojas, con mucha panza y sin dientes delanteros. Sabe saludarme y sonreír como lo hacía hace quince años. Sabe darme la mano y preguntarme si miré el último partido de Boca, y si acaso no me parece que Riquelme juega cada día mejor. Esta vez no espera en la puerta. Pueden haberlo despedido. Puede que no. Pero lo seguro es esto: mejor que no esté. No soy capaz de soportar su presencia. Y hace al menos un año que no piso el edificio.

¿Tengo la llave del departamento? La tengo. Pero prefiero tocar el timbre, esperar. Eso hago: toco el timbre, espero. (La voz de una señora rancia, demasiado avejentada.)

-Soy Pablo –digo.

Y a la siguiente pregunta contesto.

-Sí, Pablo –y continúo-. Es algo muy importante.

Y amerita un insulto: Mierda, sí, es demasiado importante. Si mi vida es importante, esto es importante.

La espera se me torna imposiblemente larga. Prendo un cigarrillo y me quedo mirando el brillo dorado del marco de la puerta. Lo estuve pensando durante varios días, traté de contactarme con Antonella de cualquier forma. Nadie me supo decir dónde estaba. Su tía, sin embargo, me dio unos datos: en algún lado de Lyon, sí, una linda ciudad de Francia, pero no sabía dónde. La carta de Antonella fue tanto más misteriosa. A eso se debe que esté acá, pisando este edificio tras un año muy largo. Ni un buenos días por teléfono en un año, si es que entienden a qué me refiero.

Cuando la veo caminar por el pasillo, siento (perdonen la vulgaridad de la frase) que el alma se me cae a los pies. Pareciera que hubieran transcurrido al menos diez años. Arrojo el cigarrillo y me cruzo de brazos. Pero no voy a describirla, no tengo fuerzas suficientes. Se me acerca con pasos lentos, y es un vestido amarillo con puntos rojos los que se ganan mi atención. Cuando abre la puerta, en su cara sólo veo fantasmas. No es capaz de regalarme una sonrisa. Yo tampoco.

Sería injusto para el lector omitir el detalle de que esa señora con la que estoy subiendo por el ascensor, esa señora con la que apenas cruzo un saludo, a la que a duras penas puedo mirar sin sentir verdadero asco, es mi madre. Sería algo poco noble, y si hay algo que no soy, eso es ser poco noble. El departamento, como podrán imaginarse, está exactamente igual que hace un año. Desde las sillas con los cojines rojos, hasta los estrafalarios objetos que mi madre, tiempo atrás, se trajo de sus viajes por todo el mundo. Las lámparas; los libros limpios y olvidados descansando en la enorme biblioteca. Cada cosa en su lugar. El detalle es enfermizo.

Tengo que hablar y hablo. Le digo en lo que serían cinco o seis párrafos lo que ocurrió en mi vida durante este tiempo. Cinco o seis párrafos llenos de silencios, de miradas al piso, de esperar una confianza que nunca llegó. Varias toses que mi madre no escucha. Porque mi madre apenas me mira. Porque no quiere creer que alguna vez tuvo un hijo. Porque un día crecí y tomé decisiones angustiantes. (Y si no quiero hablar del tema, y si quiero omitir toda esta escena triste y tremendamente incómoda, espero que puedan entenderme.)

Eso sí. Salí del edificio con un cheque de muchos dólares.

Ahora tenía que ir a la aerolínea. Sacar un pasaje a Lyon y esperar que ella algún día pudiese aceptarlo. Las cosas cambian. Las sorpresas no se acaban nunca.

1 comentario:

Ernesto dijo...

Pensé que se trataba de otro blog muerto en el ciberespacio, pero no: se trata de un espacio saludable para la expresion de un insalubre más, del espacio real. El espacio real de la ciencia ficción mundial a la que estamos acostumbrados. Abrazo a la comunidad, al ejercito de un solo hombre, al profeta entre profetas, el primer trabajador y el único de los ningunos.

comathe!



pd: renove mi blog y siempre viene bien mencionarlo a ver si engaño a alguien para que entre...